En 1990 Akira Kurosawa estrena una película en la que cuenta algunos de sus sueños: organizada como ocho cortometrajes, tiene una estructura independiente, pero bien puede leerse como un relato de vida, desde la infancia hasta la vejez. Igualmente, están allí sus relaciones con la vida y la muerte, con el arte y con sus obsesiones. Algunos estudiosos han visto en esos relatos los cambios en Japón a lo largo del siglo.

En estas semanas que presionan contra la aceleración, bien vale tomarse el tiempo, literalmente, y disfrutar de uno de los directores más relevantes del siglo XX y que influyó tanto en el cine de Sergio Leone como en el de Francis Ford Coppola, y en realizaciones como “Star Wars”.

“Rashomon” (1950), “Los siete samurais” (1954); “Yojimbo” (1961), “Dersu Uzala” (1975), “Ran” (1985) y “Los sueños de Akira Kurosawa” (1990) son algunas de sus grandes historias, en cuyo intertexto están presentes Shakespeare, Dostoievski o Tolstoi y se expresan en moralejas.

Kurosawa le brindó aportes al lenguaje cinematográfico, como las distintas cámaras con las que trabajaba para dar diferentes puntos de vista de la misma escena.

Hayao Miyazaki, el maestro de los animé, considera que los storyboards de Kurosawa eran verdaderas pinturas.

“Los sueños de Akira Kurosawa” hablan de la intimidad de un artista, reconocido internacionalmente. Por esa sola razón vale ya seguir la película; el color, la luz, la fotografía, los paisajes valen como pinturas, como arte. Pero hay otro motivo para no dejar de ver esta película: uno de los sueños es sobre el mismo Van Gogh, pintor al que admiraba el director nipón.

Todo ocurre cuando un visitante del museo en Amsterdam pasa su tiempo observando las pinturas, y de repente, da cuenta que puede ingresar en ellas y participar en el mismo relato.

El pintor está interpretado por el director Martin Scorsese que, a su vez, admiraba a Kurosawa. La banda sonora de Federico Chopin acompaña el paseo por esos paisajes de campaña, que parten del mismo puente de Arlés. “Un paisaje que parezca una pintura no puede pintarse -le dice Van Gogh al estudiante-. Toda la naturaleza tiene su encanto”.

Mientras persigue al maestro, el muchacho recorre las pinturas de distintos períodos: Kurosawa lo incorpora en cada obra y termina con ”Trigal con cuervos” (1890), una de las pinturas reconocidas del artista y más analizada, desde el arte, el psicoanálisis, la historia y la semiótica.

En definitiva, la película propone una narrativa descontracturada.